LA GESTIÓN EMOCIONAL

¿Se pueden regular las emociones?

Las emociones son valoraciones automáticas que hacemos continuamente, procesos organizadores en nuestro sistema. Conocer las emociones hace que dejemos de vivirlas como algo amenazante y descontrolado, para darles la bienvenida y aprovechar la información que nos aportan. Nuestro sistema emocional es como el panel de mandos de un automóvil que nos informa cuando falla la batería, si el nivel de aceite es escaso, si el rendimiento está siendo óptimo, etc.

 Por lo tanto, las emociones nos informan sobre todo acerca de nuestro bienestar, acerca de nuestras necesidades reales para que, con la razón, decidamos satisfacerlas o no, y si decidimos hacerlo, buscar la manera más adecuada.

 Según Greenberg (2002) “nuestro interés por intentar no ser receptivos a nuestros sentimientos constituye una de las mayores locuras de la orientación controladora y activa de la mentalidad occidental. En lugar de ello, necesitamos vivir en armonía mental con nuestros sentimientos, no intentar controlarlos”.

Las emociones básicas son al menos seis: miedo, tristeza, alegría, enfado, asco y sorpresa.

En la década de los setenta se estableció la existencia de estas emociones innatas, básicas e independientes, a través de un estudio riguroso de la expresión emocional. 

Para ello se estudió las expresiones emocionales de diferentes recién nacidos de Alaska, del Sahara o de Oceanía. Todos ellos mostraron la misma expresión facial en situaciones que evocaban las seis emociones básicas.

Por lo tanto, las emociones son transculturales y se encuentran en la dotación genética de la especie humana. Los estudios en neurociencia dejan patente la base científica de las emociones.

ARQUITECTURA CEREBRAL DE LAS EMOCIONES

 En 1952 Paul MacLean denomina sistema límbico al circuito cerebral donde se producen las emociones. Esta zona emocional representa el 20% del volumen del cerebro y se ocupa de las emociones, la regulación, la sexualidad y la producción de muchas de las sustancias químicas cerebrales.

 MacLean desarrolla una teoría en la que enuncia que el cerebro está formado a su vez por tres cerebros que se han ido conformando a lo largo de la evolución humana. En primer lugar por el cerebro reptiliano, el más antiguo, donde se encuentran las funciones básicas relacionadas con la supervivencia.

 Sobre este cerebro se fue conformando el cerebro límbico antes mencionado también llamado paleomamifero que rige los comportamientos emocionales y por último el neocortex, el más actual de los tres donde se encuentra el razonamiento.

 Cabe destacar la importancia en el sistema límbico de una pequeña estructura en forma de almendra llamada Amígdala, muy estudiada por Joseph Le Doux, responsable de nuestra vida emocional.

 Debemos señalar la importancia de los estudios de Antonio Damasio, neurocientífico de la Universidad del Sur de California que estudia la relación entre el lóbulo frontal del cerebro donde se ubican los comportamientos racionales y el área límbica. Damasio demuestra que la razón no puede actuar sin las emociones pero que el control de las emociones solo pueden ser guiadas por la razón.

 Caso de Phineas Gage

 El 13 de septiembre de 1848 Phineas Gage, obrero del ferrocarril estaba trabajando en Vermont: Gage era capataz y estaba considerado como un hombre eficiente y muy capacitado para su trabajo. En un accidente de trabajo mientras se detonaba una carga explosiva una barra de metal salió disparada con tan mala fortuna que atravesó el cráneo de Gage. La barra, que medía un metro de largo y más de 3 cm de diámetro, entró a su cráneo por la mejilla izquierda y salió por la parte superior tras atravesar el córtex cerebral anterior. Sorprendentemente Gage sobrevivió al accidente y en dos meses fue dado de alta. Si bien la recuperación física de Gage fue completa no fue igual en lo referente a su comportamiento.

Gage cambió de carácter volviéndose una persona violenta e imprevisible. Se volvió obstinado, irreverente, blasfemo e impaciente. Esto contrastaba con el hecho de que previamente al accidente era un hombre responsable.

 A partir del accidente no fue capaz de mantenerse en el mismo trabajo durante mucho tiempo. Murió a los 38 años debido a crisis epilépticas.

 Este caso y otros similares hicieron que Antonio Damasio investigara la razón de estos cambios de comportamiento, descubriendo que en todos los casos al seccionar las vías nerviosas que unen el lóbulo frontal con las áreas emocionales estas personas eran incapaces de controlar sus impulsos y lo que es más interesante eran incapaces de tomar decisiones.

  ¿PARA QUE SIRVEN LAS EMOCIONES?

Según los estudios de Greenberg (2002), la naturaleza nos ha dotado de un sistema emocional como una ventaja adaptativa.

 Tener en cuenta las emociones nos aporta riqueza y eficacia en nuestro desarrollo personal y profesional.

  Las funciones que tienen las emociones pueden resumirse en las siguientes:

 1.     Sirven para adaptarnos al medio. Las emociones son mensajes relacionados con nuestro bienestar y nuestra supervivencia y siempre orientados a nuestra salud. La evolución nos ha proporcionado dos sistemas básicos de información, uno basado en las emociones y otro en la razón. La integración de estos dos sistemas es lo que acabará produciendo la conducta adaptativa.

2.     Las emociones nacen de ti y son para ti. Constituyen información intima que se

refieren a cosas muy privadas. Las emociones son el marco en el que percibimos las cosas.

3.     Nos preparan rápidamente para la acción. Por ejemplo, en situaciones de peligro actúas guiado por una emoción. Si veo un perro e posición de ataque huyo o me alejo sin pensar si el perro va a morderme o no.

4.     Evalúan si las cosas van bien o no. Te informan de si estás consiguiendo satisfacer

o no tus necesidades. Las emociones placenteras nos indican que las cosas van bien y las displacenteras nos dan información de todo lo contrario.

5.     Tu sistema emocional también te informa sobre cual es el estado de tus relaciones. El grado de intimidad, el estado del vínculo, quien es importante para ti, etc.

6.   Informan a los demás de nuestro estado de ánimo.

7.     Son fundamentales para generar aprendizaje. Te informan de lo que causa interés y  de  lo  que  no,  centran  tu  atención  en  un  punto.  El  aprendizaje  cargado  de emoción es el más persistente y el más significativo. Por lo tanto la emoción te ayuda a acceder a tus metas y satisfacer tus necesidades.

8.     Las emociones son fundamentales en la toma de decisiones. El vínculo entre lóbulo frontal y sistema límbico es básico para la toma de decisiones

9.     Las emociones exponen los problemas para que la razón los resuelva.

ESTRUCTURA EMOCIONAL

Conocer la estructura de nuestro sistema emocional nos ayuda a entender mejor lo que nos pasa por dentro. Podemos diferenciar diferentes niveles dentro de esta estructura:

Primer nivel:

Sensación: depende de los sentidos: vista, olfato, gusto, tacto y oído. Los sentidos son los instrumentos mediante los cuales nos relacionamos fundamentalmente con el exterior (aunque el tacto también nos proporciona sensaciones de lo que está sucediendo en los órganos internos). Igualmente las sensaciones pueden estar referidas al ámbito afectivo como por ejemplo las ganas de llorar o al intelectual con la sensación de estar perdido, por ejemplo.

 Emoción: a nivel químico-biológico es una función fisiológica que dispara respuestas en el organismo desde el cerebro límbico. La respuesta emocional es rápida e impulsiva. La emoción en gran medida no es consciente.

Segundo Nivel:

 Sentimiento: Es más duradero en el tiempo que la emoción, pudiendo incorporar varias emociones al mismo tiempo y siempre acompañado de pensamiento. En gran medida el sentimiento está muy relacionado con la manera en el que nos vemos a nosotros mismos. Al ir unido al pensamiento el sentimiento es consciente no así la emoción que, como hemos comentado antes no tiene por qué serlo.

Tercer nivel:

 Esquemas o patrones emocionales: podemos definirlos como estructuras desde donde organizamos las experiencias almacenando ese aprendizaje emocional y desde donde entendemos el mundo.

 Los patrones emocionales son modelos de comportamientos internos emitiendo respuestas automáticas ante ciertos estímulos que los desencadenan. Estos se construyen durante las primeras etapas o experiencias de nuestras vidas sirviendo de organizadores y dando una valoración de las experiencias y un significado global, todo en función de nuestro bienestar.

 Según Greenberg (2002), la consciencia no está en la cúspide de la jerarquía del control de la experiencia, sino que es el esquema emocional el que constituye el nivel de procesamiento más elevado, más que el razonamiento consciente o que la conducta automática.

 Cuando estos patrones, en vez de organizarnos, nos desorganizan provocando una sensación de “secuestro emocional” que nos hace sentir a merced de la situación o de la sensación es debido a que la emoción ha secuestrado a la razón y no le permite actuar racional y correctamente.

 Estos patrones improductivos son estructuras estropeadas que responden desadaptativamente a lo que sucede. Suelen haberse construido en la infancia y nos sirvieron en su día para sobrevivir pero en el momento actual no son útiles sino todo lo contrario. Las causas de estos desajustes pueden ser falta de habilidad y/o flexibilidad para efectuar los cambios necesarios para adaptarse a un nuevo entorno. Es decir, algo que en algún momento pudo ser excelentes una excelente barrera protectora para nuestra supervivencia ahora se transforma en una barreras limitadora para nuestro crecimiento y desarrollo.

 Estos patrones improductivos tienen su origen en emociones primarias desadaptativas como un enfado no resuelto, una tristeza tapada o un miedo ancestral. 

ESTUDIANDO EL MIEDO

 No podemos hablar de que existan emociones positivas y emociones negativas. Posiblemente es más acertado hablar de emociones placenteras y displacenteras. Como  hemos  comentado  anteriormente todas  las  emociones  nos  sirven  para adaptarnos al medio de esta manera poder sobrevivir. Entre las emociones displacenteras el miedo es la más habitual y la que posiblemente presenta mayores problemas para ser gestionada correctamente.

El miedo es la emoción que se transmite con mayor facilidad y más rapidez. Es utilizada como herramienta opresiva desde la antigüedad. Mantener a un colectivo con miedo era muy rentable para muchos gobernantes. El problema es que se convierte en una obstáculo para el crecimiento de una sociedad.

A nivel cerebral está demostrado que el miedo genera desconexiones sinápticas en las neuronas cerebrales y por tanto evita o dificulta en gran media el aprendizaje.

Es tan poderosa esta emoción displacentera que junto a la tristeza se han convertido en la fuente de negocio más rentable de la industria farmacéutica. Los antidepresivos frente a la depresión y los antiulcerosos frente al estrés son los medicamentos más vendidos en el mundo.

El miedo se presenta de diversas maneras y tiene diferentes dimensiones. En el cuadro adjunto podemos ver como el miedo se manifiesta en nuestro comportamiento en relación a su duración y su intensidad.

Cuando hablamos de un miedo de baja intensidad y baja duración nos estamos refiriendo a un malestar temeroso provocado por la propia incertidumbre de un momento puntual.

Sin embargo, cuando esa intensidad es baja pero se prolonga mucho en el tiempo nos enfrentamos al tan temido estrés.  Es importante señalar  que  el  45%  de  los trabajadores en Estados Unidos reconoce soportar cargas de estrés en su trabajo.

Cuando el miedo es de alta intensidad y de baja duración nos encontramos con la dimensión del miedo a la que denominamos Pánico o angustia. Un ejemplo muy claro de esta dimensión del miedo el lo que denominamos “pánico escénico” o miedo a hablar en publico que consigue que nos bloqueemos en situaciones en la que debemos hablar frente a un tribunal, consejo de dirección o publico en una conferencia.

Por ultimo nos encontramos la dimensión más patológica del miedo vinculada a situaciones de alta intensidad y de larga duración a las que denominamos fobias y que requieren de un tratamiento profesional.

No todo en el miedo es negativo. El miedo nos protege. Existe un miedo sano al que llamamos prudencia y que evita que pongamos nuestra vida en peligro. Es necesario tener miedo lo que no podemos es permitir que el miedo nos bloquee, nos paralice y no nos permita avanzar.

Todos tenemos miedo fundamentalmente a dos cosas. Tenemos miedo a la no supervivencia y al cambio. El miedo a la no supervivencia está en la esencia de nuestra parte más animal y está relacionado con el cerebro reptiliano que comentábamos con anterioridad. El miedo a cambiar está vinculado con la necesidad de seguridad que todas las personas necesitamos en mayor o menor medida.

 A partir de aquí enumeramos diferentes miedos que unas personas u otras se pueden presentar de una u otra manera.

Miedo a la vida: se manifiesta en una multitud de formas. Una de ella se encuentra en la persona que no se compromete nunca, que no se detiene en nada y busca siempre nuevos inicios. Es “muy aburrido” o “esto no merece la pena” son frases muy habituales de este tipo de personas. En realidad, más que aburrimiento lo que hay es miedo. Hay un mensaje interior relacionado con la “falta de capacidad percibida”.

Miedo a la muerte: se da en personas que no quieren asumir ningún riesgo. Su lema es “ante todo la seguridad”. Tratan de buscar una vida con el menor número de cambios posibles o sigue un camino convencional previamente marcado. Eligen no sentir miedo y por lo tanto ninguna pasión por la vida. Son personas caracterizadas por un alto sentido del control

Miedo al fracaso: Es muy habitual en personas con una alta neceidad de éxito. Su valoración y su imagen pública está directamente relacionada con la consecución de metas. Necesitan tener éxito en todo lo que se propongan y si los resultados que obtienen no se relacionan con sus expectativas viven estas situaciones como fracasos.

Por lo tanto tienden a hacer todo lo que esté en su mano para conseguir lo que se proponen. 

Miedo al rechazo: se da en personas muy dependientes y necesitadas del afecto de los demás. Tratan de complacer siempre a todos para sentirse queridos por ellos. Nos son capaces de decir “no” porque fantasean que al decirlo, los demás van a dejar de quererlos y les vana apartar de su lado. Tienen, sin lugar a duda, un problema de baja autoestima necesitando constantemente la aprobación de los demás.

Miedo a la perdida de influencia: suele presentarse en personas con mucha necesidad de influencia y de ser escuchados por los demás. Suele ocurrirle a personas con gran capacidad racional, controladoras y con mucha capacidad de análisis. Les da miedo que sus opiniones y sus aportaciones no sean tenidas en cuenta.

 INTERVINIENDO EN EL MIEDO

 “Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo”.

Nelson Mandela

Una vez conocido el funcionamiento del miedo queda claro que lo que no podemos es NO TENER MIEDO. La cuestión más importante reside en como somos capaces de reducir el miedo para poder manejarlo y gestionarlo correctamente. Si el miedo nos bloquea y “secuestra” la razón nunca podremos enfrentarnos a aquello que nos resulta difícil de solucionar.

 Cuando trabajamos desarrollando el talento de nuestros colaboradores con mucha frecuencia nos encontraremos en situaciones en las que el miedo ralentiza, paraliza y bloquea su desarrollo. Pero, ¿cómo podemos intervenir para reducir su miedo? 

Podemos manejar fundamentalmente tres herramientas y siempre evitar de nuestro discurso frases como “no tengas miedo”. Esto inmediatamente aumentaría el miedo de nuestro colaborador:

  CONOCIMIENTO

  MOTIVACIÓN

  CONFIANZA

 Estas tres herramientas son el conocimiento, la motivación y la confianza.

CONOCIMIENTO: Para intervenir en el miedo mediante el conocimiento debemos tomar conciencia de que la ignorancia es la madre del miedo. En muchas ocasiones el miedo nos atenaza porque desconocemos una situación, porque alguien es desconocido para nosotros o porque nunca nos hemos enfrentado a determinado contexto. Para aportar conocimiento hay que dar a nuestros colaboradores la información basada en hechos objetivos que reduzcan las “fantasías” que podemos hacernos frente algo nuevo, De igual manera si queremos dotar de conocimiento de calidad la información debe ir acompañada de un feedback de calidad. Dar feedback a nuestros colaboradores se transforma en el mayor regalo para el aprendizaje de los mismos.

MOTIVACIÓN (motivo para la acción): la motivación es un concepto absolutamente individual. Lo que a una persona le motiva puede ser completamente distinto a lo que motiva a otra persona de un mismo equipo.

Cuando hablamos de motivación solemos referirnos a dos tipos: La motivación extrínseca y la motivación intrínseca. La primera hace referencia a premios que vienen del exterior y que nos mueven a la acción. Suele ser cortoplacista y de satisfacción inmediata. De la misma manera hablamos de la motivación intrínseca como aquella que sale de nosotros, que da sentido a lo que hacemos. Este tipo de auto-motivación permanece más en el tiempo y aporta trascendencia a lo que hacemos. Cuando estamos motivados intrínsecamente somos capaces de afrontar situaciones que nos dan miedo porque sabemos que la recompensa que nos espera supera con creces el miedo que tenemos.

Según Kofman (2007) no nos es posible manipular el entusiasmo del otro pero si podemos mostrarle alternativas y animarle a que pruebe. Ser capaces de ayudar a nuestros colaboradores a que encuentren su motivación generando los contextos adecuados es el papel más importante de los lideres coach. Una herramienta que lo facilita enormemente es poner mucho énfasis en establecer y comunicar perfectamente los objetivos haciendo participes activos a nuestros colaboradores. Si una persona sabe para que hace las cosas y cual va a ser su recompensa esa persona estará preparada para sacrificarse en pos de obrar su meta.

CONFIANZA: La confianza reduce el miedo. Pero generar confianza y ser dignos de ella no es tarea sencilla. (Covey y Merryll,2007)

 La palabra confianza proviene del termino latino fides o lealtad. Pero, ¿cómo funciona la confianza?, ¿cómo somos capaces de conseguir que un colaborador confíe en su jefe?

 Nos centraremos en dos dimensiones de la confianza (Covey & Merrill, 2007): la confianza personal y la confianza de la relación.

La confianza personal se basa fundamentalmente en la credibilidad con uno mismo y para los demás. Esta confianza basada en la credibilidad aumenta cada vez que establecemos un compromiso con nosotros mismos y lo mantenemos.

 La confianza de la relación (Covey & Merrill, 2007) se puede explicar muy fácilmente utilizando el símil de una cuenta bancaria. Cuando tenemos una relación profesional con un trabajador abrimos una “cuenta bancaria de confianza”. El balance de esta cuenta nos mostrará la cantidad de confianza en la relación en cada momento dado.

 Lógicamente, cada cuenta debe alimentarse del ingreso de confianza de ambas partes y nunca se ha de mantener en números rojos. Es importante determinar que significa un “ingreso” para el otro, ya que lo que para una persona puede ser un ingreso para la otra puede significar una extracción.

 Estas cuentas tienen una peculiaridad. Reside en ser conscientes de que si bien puedo estar haciendo ingresos día a día durante mucho tiempo para mantener una cuenta de confianza, solo una extracción puede suponer el cierre de la cuenta de confianza. En muchas ocasiones, es mejor dejar de hacer extracciones aunque no se ingrese nada en la cuenta.

 La confianza reside en dar responsabilidad y acompañar a la persona en su aprendizaje y animarle a enfrentar sus miedos. Es todo lo contrario a la sobreprotección. Sobreproteger a quien está aprendiendo es una manera de agredirle, es una manera de decirle “tu no eres capaz, pero no te preocupes porque yo siempre estaré aquí”.

 Por lo tanto el conocimiento, la motivación y la confianza son las herramientas que disponemos para ser capaces de disminuir el miedo y gestionarlo correctamente.

  

RESUMEN

-      Las emociones como valoración automática de nuestro cerebro nos mandan información relativa a nuestro bienestar y nos preparan para la acción

-        La toma de decisiones no son procesos exclusivamente racionales sino que necesitan de la emoción para poder llevarse a cabo. La relación entre lóbulo frontal y área límbica del cerebro es fundamental para este proceso.

-        El miedo se manifiesta en sus diferentes dimensiones en relación a su duración y su nivel de intensidad. El miedo no es malo por naturaleza pero tiene dimensiones tóxicas sobre las que debemos intervenir. No es cuestión de eliminar el miedo, ya que puede ser peligroso, sino racionalizarlo y reducirlo para poder manejarlo correctamente.

-       La  motivación,  el  conocimiento  y  la  confianza  en uno mismo son  las  herramientas  más poderosas para poder reducir el miedo a niveles aceptables convirtiéndolos en estímulos que te permitan alcanzar tus objetivos. Hay miedos legítimos cuando la amenaza es evidente, pero cuando no es evidente, a través de un proceso de racionalización en el que analicemos las probabilidades reales de que lo que tememos que ocurra, podemos disminuirlo o incluso hacer que desaparezca. Algunos miedos paralizantes vienen porque no sabemos por dónde empezar a la hora de conseguir nuestros objetivos, porque en el cuerpo mental hay tanta información contradictoria que no podemos unir la motivación con la acción final. Para ello, la solución también viene por dividir nuestros objetivos finales en pequeños objetivos de proceso, pequeños pasos que debemos ir dando uno a uno, en lugar de pretender darlos todos a la vez, si el proceso no está bien racionalizado la mente se colapsa, para evitarlo debemos dar a la mente los comandos adecuados pera no entrar en un ‘bucle narrativo’ informado por las creencias que nos limitan.

En un próximo post estudiaremos las claves necesarias para identificar las creencias limitantes que nos bloquean y las herramientas que podemos usar para eliminarlas.

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